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miércoles, 18 de julio de 2007

Luis B. Ramos

Luis B. Ramos:

PIONERO DE LA FOTOGRAFÍA MODERNA EN COLOMBIA

«Los riquísimos lechos subterráneos»

Por Beatriz González (*)

Luis B. Ramos nació en el año en que estalló la guerra de los Mil Días, el más cruento conflicto bélico en Colombia, y murió calladamente, rumiando quizá su fracaso, durante el último año de la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla. Su ciclo vital (1899-1955) se desarrolló durante una de las épocas más interesantes del país, llena de acontecimientos, de cambios políticos y de aparición de las ideologías. Sin embargo, Ramos no se comprometió con estos hechos históricos sino que se declaró un decidido luchador por la belleza. ¿Cuál era la belleza por la que luchaba? ¿Qué belleza era la que buscaba? ¿Que comprendía por belleza?

Los nutridos comentarios y aproximaciones a su obra dan indicios, pistas, de su concepto de belleza. Ramos regresó al país en 1934 después de permanecer seis años en Francia, becado parcialmente por el gobierno colombiano para realizar estudios de Bellas Artes. Adolfo Samper (1905-1991), quien obtuvo esa misma beca, también regresó a Bogotá aquel año. Tanto Ramos como Samper, de grandes dotes artísticas, abandonaron la pintura en poco tiempo. Los dos se dedicaron a artes relacionadas con el periodismo. Samper a la caricatura y Ramos a la fotografía.

La fotografía, como la caricatura, ha sido siempre un arte polémico; su verdadero carácter es elusivo. En la fotografía, el azar y lo mecánico conspiran contra su dignidad artística. Aunque el azar desempeña un papel notable en toda creación, lo que molesta seguramente en este arte es su poca manualidad. Una fotografía no se realiza a golpes de cincel, ni con movimientos continuados de muñeca. Sin embargo, a semejanza de los artistas plásticos, el fotógrafo es un permanente cazador de belleza. Luis Benito Ramos —de origen campesino, nacido en Guasca, una población, como tantas de Cundinamarca, situada en el páramo— hablaba de la fotografía como una manera de "pelear por la Belleza, gozar con ella" . Esta búsqueda lo llevó a realizar una obra cuya sinceridad cautivó a sus contemporáneos y sigue vigente, no como simple documento social sino como una obra de arte.

Luis B. Ramos es considerado el padre de la fotografía moderna colombiana. Tal como ha sucedido con los procesos fotográficos en el país, un invento foráneo, por ejemplo la cámara pequeña especial para reportajes, es utilizada con dedicación por el artista nativo. En el caso de Ramos se trata de la "Rolleicord" que compró y utilizó en Europa; a su regreso al país en 1934, la trajo consigo. Con ella en el bolsillo sorprendió a sus colegas en el hipódromo de Bogotá, quienes esperaban ver una pesada y complicada máquina; poco después los sorprenderá de nuevo con la "Rolleiflex". Pero su importancia no se debe sólo al hecho de haber introducido los progresos técnicos, sino que según la sensibilidad de la época, realiza lo que ha definido Henri Cartier-Bresson (1908) como "la fotografía que surge de la vida"

El decenio de 1930 es particularmente importante para la historia política y artística del país. Es decenio de la esperanza, que visto ahora en perspectiva histórica se le encuentra frustrado. El pueblo colombiano liberal veía la bandera nacional en los atardeceres y estaba convencido que el proyectado cambio de las condiciones sociales era ya un hecho. El arte estaba marcado por el indigenismo y el muralismo. Las paredes de los edificios públicos esperaban a los artistas que regresaban de Europa para pintar en ellas las gestas de la raza indígena. Así fueron llegando Pedro Nel Gómez (1899-1984), Ignacio Gómez Jaramillo (1910-1970) y tantos otros, quienes pronto se convertirían en artistas comprometidos, abanderados del fresco y del muralismo. Ignacio Gómez Jaramillo narra de esta manera el momento de llegada de los artistas: "Hacia el año de 1934 regresaron al país algunos pintores jóvenes —en ese entonces— quienes habían estudiado libremente en Europa y conocían todos los ismos representativos del siglo XX. Habían aprendido la lección cezanniana entre otras y concebían la pintura como un problema plástico que era preciso resolver llenando inteligentemente con medida, geometría, ritmo, estructura y poesía, la superficie de un cuadro o de un muro".

Luis B. Ramos, quien estudió pintura mural, muy precavido se trajo una cámara con la cual se había ejercitado en la Bretaña, región de Francia donde Gaugin (1848-1903) y los nabis encontraron no sólo la vida ruda y primitiva que buscaban sino los expresivos temas naturales. Aunque no se han podido encontrar los reportajes que realizó de esta etapa inicial, sí se puede deducir que la vida de esas gentes del campo le debió recordar sus orígenes. Una fotografía — podría tratarse de un autorretrato— lo muestra en el mar del norte sentado sobre las rocas pintando con el caballete al borde del mar, que también sirvió de inspiración a los pintores franceses como Gustave Courbet (1819-1877), Claude Monet (1840-1926), Paul Gaugin, Emile Bernard (1868-1941), Paul Sérusier (1863-1927) y Maurice Denis (1870- 1943).

Aunque su primera propuesta al medio artístico bogotano fue la de una exposición pictórica, simultáneamente se presentó como reportero gráfico. Esta modalidad era novedosa puesto que no se trataba de cubrir la noticia, como lo habían hecho algunos de sus predecesores, sino que él mismo elegía los temas y los ilustraba con sus fotos. Si bien fue acogido particularmente por los medios como pintor, con la propuesta fotográfica fue aceptado de inmediato en el país porque representaba rompimiento y modernidad. Según Jorge Moreno Clavijo, "revistas y periódicos solicitaron su técnica, se disputaban sus fotografías" . Fue así mismo comprendido por sus contemporáneos.

Su obra originó interesantes reseñas sobre la fotografía. La revista Pan, de la cual era colaborador, impulsó concursos fotográficos; Ramos con sus reportajes dirigió la mirada de sus discípulos y seguidores hacia la cultura inherente de ciertos productos de la mano del hombre; es así como en su obra y la de otros jóvenes fotógrafos comienzan a aparecer tejidos, caballitos de Ráquira, pesebres y vasijas de barro.

Luis B. Ramos no era un fotógrafo más; era un pintor que había adquirido en Europa una cultura aceptable, la cual le permitía alternar con algunos intelectuales de la capital. Sus fotografías fueron publicadas en 1937 por la revista alemana Gebrauchsgraphik acompañadas de un artículo elogioso que a su vez reprodujo la revista Pan. Allí se analiza su visión aguda dirigida a las características de su propio país. Lo más importante fue su mirada particular al pueblo, a la raza; independiente del aspecto retórico de los escritores y artistas quienes se autodenominaron Bachués, que buscaban temas autóctonos como la diversidad étnica, quiso ver la realidad. Para él la obra de arte representa el carácter, la vida misma de un pueblo. Sus campesinos, obreros y niños no tienen el enfoque artificial que los coloca bajo un virtual reflector, ni la asimiló a la actitud tendenciosa del turista, de la tarjeta postal. Promovió la foto inédita, sin retocar.

Como lo expresó el poeta Rafael Maya, "Ramos no entiende lo autóctono ni como el empeño arcaizante por resucitar formas de culturas muertas, ni la realización pintoresca de lo típico o anecdótico que haya en la raza o en el suelo... El espíritu de una raza está mas allá de su atuendo ornamental, esto es, en la propia raíz de sus dolores y sus esperanzas: en los riquísimos lechos subterráneos donde se ha ido depositando la experiencia común"

A pesar del problema personal que le planteaba el tener como fotógrafo un éxito mayor que como pintor, en sus obras de reportería no reflejaba la frustración que le causaba el no lograr un lugar destacado en el mundo de los pintores. Además el su trabajo fotográfico le absorbía todo su tiempo y energía: "Nos íbamos a las barriadas, a los suburbios, a las aldeas sabaneras. Él iba descubriendo con refinada habilidad, la miseria, el dolor, el hambre, la angustia del pueblo. Retrataba las covachas, los ranchos mezquinos y frondios, los niños que dormían en el umbral de un templo. Gastaba rollos y mas rollos en documentarse. Parecía que lo moviera una angustia para contaminarse con el dolor, con la miseria, con la desnudez, con el hambre y el frío"

De lo que no podía percatarse Ramos era el drama que significaba ser pintor o escultor en Colombia en el decenio de los treinta. Ser artista era enfrentarse a un grupo social en el que se buscaban corrientes artísticas opuestas: la academia y el paisajismo finisecular frente al indigenismo y muralismo que se presentaban como vanguardias. ¿Y dónde estaba el arte moderno?, en unos pocos iniciados que sabían de Paul Cézanne (1839-1906) y del cubismo. Quienes lo defendían o intentaban aproximarse en sus obras a las tendencias contemporáneas eran acusados de "acratismo estético" y de "desenfrenada búsqueda de originalidad" . Entonces surgían las mezclas peligrosas: muralismo a lo Cézanne o indigenismo académico.

Artistas talentosos por falta de orientación crítica fueron sometidos al azaroso camino de tendencias estéticas contrapuestas. Muchos pudieron ser clasificados más tarde dentro de la "generación quemada", al decir de Germán Arciniegas. Afortunadamente Ramos encontró herramientas rápidas y precisas como la fotografía, que le permitieron aplicar los mismos principios que trataba de dar inútilmente en su pintura. La belleza que buscaba la encontró durante sus recorridos de reportero donde se enfrentó a "la propia raíz de sus dolores y esperanzas" . Como hombre del pueblo que era, como hombre del campo, tal como había nacido, sabía de estas recónditas verdades. Esta búsqueda profunda fue tan tenaz como su puño cerrado —gesto que se aprecia en la caricatura de Jorge Moreno Clavijo—; en su aspecto físico hay algo de Orozco y en su empeño cultural mucho de los grandes fotógrafos americanos como el peruano Martín Chambi (1891-1973) y el mexicano Manuel Álvarez Bravo.

Como ellos, Ramos se dio el lujo de perseguir la belleza, no la noticia. De ser cazador de lo bello y no de la novedad. Pero, ¿qué era para él lo estético? De las crónicas antiguas y modernas sobre su obra surgen varias definiciones: Según el más reciente estudioso de su obra, el crítico Álvaro Medina, "el artista no aspira a lo complejo y grandioso sino a lo grave y sencillo"

Para el escritor Germán Arciniegas, el valor de su obra parte de lo ético: "Ramos tiene una personalidad moral que vale tanto como su personalidad artística" . Según Hernando Téllez su obra es moderna porque "restaura la realidad"

¿Cuál era su estética? La mirada sincera. Por ello admiraba en Diego Rivera (1886-1957) "el deseo de buscar una expresión propia" . En el campo formal aplicaba una geometría innata en los enfoques. Esta geometría ha caracterizado a los grandes fotógrafos modernos, particularmente Cartier-Bresson. En Colombia esa es el arma que distingue también a Carlos Caicedo (1929), un digno sucesor de Ramos. El encuadre riguroso se antepone al azar. El manejo de la luz y del blanco y negro llamaron la atención en su tiempo y sorprenden en la actualidad.

La carrera pública de Ramos sólo duró diez años. Entre 1934 y 1944 realizó una obra que lo sitúa en un alto lugar en las artes plásticas colombianas. No dejó de trabajar en pintura, dibujo o fotografía, además de practicar la docencia; Ramos tuvo la oportunidad de aparecer y la inteligencia de desaparecer. Tuvo la respuesta para el momento artístico. Ser moderno fue para él captar el instante de la verdad del país.

Bibliografía:

Ramos, Luis B, "Algo sobre fotografía", en Pan, Nº 18, Bogotá, diciembre de 1937, pág. 163.
Hill, Paul; Cooper, Thomas, Diálogo con la fotografía, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, S. A., 1980, pág. 79.
Gómez Jaramillo, Ignacio, Anotaciones de un pintor, Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1987.
Moreno Clavijo, Jorge. "El artista rebelde, Luis B. Ramos", en Estampa, Nº 150, Bogotá, 4 de diciembre de 1941.
Maya, Rafael, "Discurso de inauguración de la exposición pictórica de Luis Ramos", en ?, Bogotá, octubre de 1934.
Ximénez, "Luis B. Ramos, La rebeldía recóndita" en El Tiempo, Bogotá, 28 de julio de 1940, pág. 4.
Castillo, Eduardo, "Borrero Álvarez" en Cromos, vol. XXXI, Nº 762, Bogotá, 16 de mayo de 1931.
Maya, Rafael" Op. cit. Medina, Álvaro, El arte colombiano de los años veinte y treinta, Bogotá, Colcultura, 1995, pág. 143.
Arciniegas, Germán, "Ramos o el pintor en busca de la simplicidad" en Lecturas dominicales, El Tiempo, Nº 541, Bogotá, 15 de julio de 1934.
Téllez, Hernando, "El arte fotográfico de Ramos" en Textos no recogidos en libro, Bogotá, Colcultura, t. 2, pág. 853.
Medina, Álvaro, Op. cit., pág. 143.

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